martes, 27 de abril de 2010

Satie - Parade y otras obras para escena - Corp


El dadaísta desencantado

Junto a Beethoven y su sorda tragedia, a Wagner y su encendido romanticismo, junto al aura revolucionaria y sacralizada de Mozart, la figura de Erik Satie aparece como extraña, aunque no menos fulgurante. Este músico francés (1866-1925) fue siempre un bicho raro, incluso entre los suyos.
Autodidacta, propenso a adherir a curiosas cofradías –fue miembro de los Rosa Cruz–, desencantado pero pletórico de humor, Satie dejó un legado musical raro y perdurable. Sus piezas para piano, prodigios armónicos de honda belleza, condensan su genio por la gracia de conjugar belleza y osadía: pocas notas, acordes «inmóviles», jugueteos, alusiones, tristeza.
Su música orquestal, en cambio, es menos conocida. Pero en ella encontramos obras que ponen a Satie a la altura de Stravinsky o Debussy, este último admirador de Erik y uno de sus más encendidos defensores , junto a los artistas del llamado grupo de Los Seis.
El disco Parade-Relâche-Mercure-Gymnopédies-Gnossienes (conocido también como Theatre Music) reúne sus más gloriosas páginas para orquesta, y regala además valiosas orquestaciones salidas de la galera de un amante de Satie como es el director Ronald Corp. Parade es, sin dudas, el punto más alto de la creación de Satie, un artista que muchas veces fue calificado de dadaísta, en buena medida por esta pieza. Se trata de un ballet que escribió a partir de un guión de Jean Cocteau, con escenografía de Pablo Picasso. Si estos nombres no bastan para ratificar la genialidad de Satie a partir de quienes lo rodeaban, baste decir que el estreno estuvo a cargo del Ballet Ruso de Diaghilev, el 18 de mayo de 1917, en París.
Escuchar hoy esta obra, en la excelente interpretación de Corp y su New London Orchestra, permite no sólo rescatar una partitura lamentablemente poco frecuentada en las grabaciones y los conciertos, sino también entender qué provocó el escándalo en la audiencia que presenció el estreno: el ritmo circense de la música, la invocación de sonidos de máquinas de escribir, de disparos, de bocinas de barcos. Un verdadero «desfile» (para seguir el título del ballet) que hoy impresiona y antes espantó, pero que pone a la obra a la par de La consagración de la primavera, por lo revulsivo de su estética y la eternidad de su legado.
En el CD, junto a Parade aparecen los otros dos grandes ballets de Satie: Mercure (1924, y cuyo título completo es Las aventuras de Mercurio) y Relâche (1924), muy recordado porque musicalizó la película Entreacto, de René Clair, donde el compositor francés tiene una fulgurante aparición como pianista sobre un tejado. Son partituras menos osadas que Parade, pero en las que Satie también demuestra de manera transparente su potencial melódico. Vale recordar que el músico estudió contrapunto recién a finales de la primera década del siglo, luego de haber compuesto música sin una educación formal, sino aprendida de sus años como pianista de cabarets.
Por si a este maravilloso CD le faltara algo, el director Ronald Corp le agrega un par de maravillas más con las versiones orquestadas de las tres Gymnopédies y tres Gnossienes.
Son piezas para piano que constituyen lo más popular de Satie. De las tres primeras, Debussy tomó la 1 y la 3 y le aplicó unas inolvidables orquestaciones. Lo que hace Corp es agregar una instrumentación de su cosecha para la número dos y, además, hace lo propio con las bellísimas Gnossienes, melodías estas últimas que se cuentan entre los sonidos más bellos que dio la música a fines del siglo XIX. Siguiendo las pistas del autor de Preludio a la fiesta de un fauno, Corp acierta al colorear la partitura de Satie con sutiles toques de su orquesta de cámara, dándoles a las piezas un nuevo cariz.
A poco de su aparición, este disco fue considerado por la revista Fanfare como el disco esencial entre todos los que se grabaron con música de Satie [ver aquí el libreto completo de la reedición en la serie Helios]. Constituye, de seguro, una joya para cualquier discoteca, y un viaje sin regreso al maravilloso mundo de un músico sin igual.

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