>>MARUXA BALIÑAS (*)
El inventor de la tradición sinfónica alemana
Termina Xoán M. Carreira su libro Ludwig van Beethoven. As [8+1] sinfonías vinculando el estreno alemán de la Novena sinfonía de Beethoven (2 de febrero de 1827) con el inicio de la carrera compositiva de Felix Mendelssohn (Hamburgo, 3-II-1809; Leipzig, 4-XI-1847), el inventor de la tradición sinfónica germánica y uno de los más poderosos instrumentos de la propaganda cultural de la alianza política entre los gobiernos británico y prusiano en el segundo cuarto del siglo XIX.
Esta idea puede resultar algo extraña, ya que la visión de Mendelssohn desde la segunda mitad del XIX y a lo largo del siglo XX se ha visto muy mediatizada por su condición «racial» de judío, especialmente a partir de los escritos de Richard Wagner, quien se esforzó por inventar una tradición musical germana que no derivara de Mendelssohn, dándole mayor importancia a Schumann, Weber, o incluso Liszt. Y sin embargo no se puede entender la música romántica germana sin Mendelssohn, un compositor muy culto en todos los aspectos artísticos, humanísticos y económico-sociales, además de políglota y cosmopolita, y por lo tanto profundamente consciente de lo que estaba haciendo. Un buen ejemplo de ello es la exitosa construcción del mito de Johann Sebastian Bach (1685- 1750) como icono central de la gran cultura alemana utilizando el propio patrimonio de las bibliotecas de la familia Mendelssohn, que había sido mecenas en Berlín y Postdam de Wilhelm Friedemann (1710-1784) y Carl Philip Emmanuel Bach (1714-1788), y a su muerte compraron parte de sus respectivas colecciones de partituras.
Resulta todavía extraño —y por momentos yo lo siento como una gran injusticia histórica— visitar Leipzig y descubrir que la casa-museo de Mendelssohn, la única que se conserva en Alemania, fue fundada hace apenas 10 años —al igual que el monumento erigido en su Hamburgo natal en honor de los dos hermanos Mendelssohn, Fanny y Felix— y en ella prácticamente no conserva ningún objeto personal suyo o de su esposa Cécile, sino sólo algunas donaciones de entusiastas coleccionistas mendelssohnianos y objetos de época no directamente relacionados con ellos (excepcionalmente hay un trajecito de su hijo mayor). Leipzig es claramente una ciudad bachiana. Valga que los estalinismos —Leipzig formaba parte de la República Democrática Alemana— fueron antisionistas, pero ¿cómo se explica que lo mismo exactamente haya sucedido en la República Federal Alemana, en Hamburgo por ejemplo? Y a pesar de todos estos problemas ajenos a él, Mendelssohn ha sobrevivido en el gusto del público sin ningún problema a lo largo de este tiempo.
Su música doméstica, canciones y piezas para piano —donde la valoración de la crítica oficial es poco influyente— nunca se dejaron de interpretar, y sólo en el caso de las sinfonías y oratorios se notó cierto desdén por determinadas piezas que no entraron regularmente en el repertorio, como pasa con las dos sinfonías que se van a escuchar esta noche. Sólo en el área inglesa, siempre fiel a Mendelssohn se interpretaron abundantemente sus sinfonías, oberturas y oratorios y de hecho, la Inglaterra victoriana tuvo como favorita, desde su estreno por la Royal Philharmonic Society el 15 de marzo de 1841, la Segunda sinfonía «Lobgesang», conocida como Hymn of Praise, obra que influyó manifiestamente en la música sinfónico-coral inglesa anterior a la I Guerra Mundial.
Para tratarse de una primera sinfonía y a pesar de que Mendelssohn tenía sólo 15 años, la obra es ya muy madura. Hay que tener en cuenta que entre 1821 y 1823 había compuesto nada menos que trece sinfonías para cuerdas, alguna de las cuales revisó y publicó posteriormente. Pero esta Sinfonía en do mayor fue la primera que consideró suficientemente buena para ser editada en 1830, dos años después de su estreno público en Berlín en 1828 (habían existido varias interpretaciones privadas previas, la primera seguramente la del 15 de noviembre de 1824, en un concierto al que asistió asombrado el pianista y compositor Ignaz Moscheles, 1794-1870, que poco después aceptó a regañadientes darle algunas lecciones).
Aunque en esta época Mendelssohn estaba muy influido por la música de Carl Maria von Weber, la principal influencia que se percibe en la obra es mozartiana, en concreto de la Sinfonía nº 40 en sol menor. El movimiento lento es la parte más madura y muestra ya una importante ambición formal, que se continua en el minueto que le sigue.
La última compuesta por Mendelssohn fue la Sinfonía nº 3 en la menor «Escocesa» op. 56 (1842, estr. Leipzig, 1842, ed. 1843). Mendelssohn subtituló su Himno de alabanza como «sinfonía-cantata». El plan formal de escribir tres movimientos instrumentales y un cuarto movimiento coral hace pensar necesariamente en la Sinfonía coral de Beethoven y de hecho en el primer movimiento hay un evidente homenaje a él, pues Mendelssohn utiliza como segundo tema un motivo idéntico al principal de la Sonata para piano en si bemol mayor op. 22 de Beethoven. Pero también hay diferencias notorias en el estilo empleado: la introducción del primer movimiento responde a una retórica ceremonial que suena demasiado pomposa a nuestros oídos actuales; en cambio, la gentil barcarola del Allegretto destaca por su ingenua naturalidad, aunque lo cierto es que, como casi siempre ocurre en Mendelssohn, tras el aspecto de facilidad se enmascara una escritura de enorme sutilidad.
La idea del hermoso y apacible Adagio religioso con un tratamiento instrumental (una serenata de las maderas acompañadas por las cuerdas) semejante al de las dos primeras sinfonías de Beethoven, fue reutilizada en la Sinfonía escocesa de una forma más dramática (la de una dulce melodía tratada como marcha fúnebre).
El monumental movimiento coral, manifiestamente neo-bachiano, está estructurado en nueve números: Introducción (sobre el tema del primer movimiento y la figuración del tercero) y primer coral «Alabe al Señor todo lo que respira» seguido del aria de soprano «Alaba mi alma al Señor» sobre un inquieto acompañamiento que nos recuerda el de El sueño de una noche de verano. 2) Recitativo y solo de tenor «Hablad vosotros que habéis sido redimidos por el Señor». 3) coro de respuesta. 4) El encantador dúo de sopranos «Deposito mi esperanza en el Señor» que tiene grandes similitudes con la Canción sin palabras en si bemol mayor, del libro séptimo. 5) el dramático solo de tenor «Las cadenas de la muerte nos rodean», uno de los mejores momentos de la obra, que remata con el anuncio por la soprano de «La noche ha terminado», amplificado y comentado por 6) el coro en un espléndido fugado. 7) Coral religioso «Demos todos gracias al Señor». 8) Dúo de soprano y tenor «Por eso mi canto celebrará tu gloria». 9) Coro final del pueblo aclamante.
(*) Publicada en el programa de la Orquesta Sinfónica de Galicia, para el concierto del 23 de enero de 2009.