jueves, 26 de agosto de 2010
Mahler - Sinfonía Nº 9 - Gilbert
[La de la Novena sinfonía de Mahler por la Royal Stockholm Philharmonic Orchestra, dirigida por Alan Gilbert] se trata de una interpretación decepcionante en muchos sentidos. Posiblemente se puede comparar por perspectiva y estilo interpretativo a la Novena dirigida por Kurt Masur y su orquesta principal, en aquel entonces, Filarmónica de Nueva York editada por el sello Teldec (1994).
Sin entrar en un detallado análisis movimiento por movimiento, ya que la interpretación tampoco da para tanto discernimiento, comentar que estamos frente a una Novena extremadamente plana, de las más rápidas que he escuchado, sobre todo el primer y el segundo movimiento, solo superado en cuanto a su rapidez por versiones como la de Mitropoulos, Bertini y Masur. Aquí no hay ni ambivalencias, ni delicadezas, ni matices, ni ironías, ni energía punzante, ni naturalidad en el fluido. Considero que éste es el principal defecto de la interpretación, la Novena de Mahler es una sinfonía de detalles, de luces y sombras, de intensidades, de mordacidad sobre todo en sus dos movimientos centrales. El problema de esta interpretación en los movimientos primero y segundo no sólo es en cuanto a su celeridad, sino a la falta de energía que es en donde la interpretación de Masur al menos se distingue.
La obra es ejecutada de un modo muy ingenuo, las notas van saliendo tal cual salen, sin ningún tipo de detalle y es que, ya desde el inicio incluso, ni se le permite fluir con naturalidad a las cuatro notas ejecutadas por el arpa. Posiblemente la diferencia entre la de Masur y ésta se deba a la orquesta, no al enfoque. La Filarmónica de Nueva York es una orquesta intensa, que conoce perfectamente, por su pasado con directores como el mismo Mahler, Walter, Mitropoulos, Bernstein, Szell, Boulez entre otros, la música de Gustav Mahler. Existe una clara sensación continua en el transcurrir de la obra de que ni la Filarmónica de Estocolmo ni su director se sienten a gusto en la interpretación, incluso se puede percibir un desconcierto y carencias de un conocimiento profundo de la esencia de esta sinfonía. En general se advierte una falta de inspiración y dilección para con la obra. Tampoco se puede decir que estamos ante una interpretación analítica ya que no responde a una detallada lectura de la partitura, sus entramados y sus consecuencias, pero tampoco es lírica, carece en diversos momento importantes de esa emotividad palpable.
A la orquesta le cuesta mucho responder a las exigencias de una Novena interpretada de esta forma, hay algunos errores en entradas de instrumentos, se escuchan algunas confusiones sobre todo en los puntos de unión entre temas y en los que convergen muchos instrumentos a la vez. La percusión es muy ligera, el inicio y transcurrir del crescendo en el primer movimiento (2’58’’–3’10’’) es una muestra clara de la falta de poder, esta ausencia de fuerza es continua en toda la interpretación, ya sabemos lo importante que era esto para Mahler, su famosa impresión al ver la Cataratas de Niágara por vez primera («¡Al fin un verdadero fortísimo!») lo corrobora. La orquesta también muestra algunas señales de desequilibrio, hay problemas de presencia entre los metales y las maderas.
La interpretación, a partir del Rondo-Burleske, mejora relativamente y su cuarto movimiento es decente, sin ser tampoco de alta factura. Destacar que en el caso de este último movimiento el enfoque de Gilbert es muy amplio, completamente opuesto al enfoque de sus dos primeros movimientos, siendo el Adagio uno de los más largos de toda la discografía mahleriana (26.59 minutos). Considero personalmente que aun siendo el final bueno ya es demasiado tarde, no se puede tratar al Adagio final como a un ente por separado.
Antes de cerrar esta breve crítica es importante hacer una aclaración. En muchos escritos (Internet, revistas, crítica especializada) se ha mencionado que esta Novena que escuchamos en el SACD pertenece al concierto de despedida de Gilbert tras ocho años como director principal de la Real Filarmónica de Estocolmo y hacen un paralelismo con la despedida de Riccardo Chailly de la Concertgebouworkest, que dicho sea de paso fue una interpretación soberbia que aun hoy no ha sido llevada a disco oficialmente. Eso respecto a la interpretación de Gilbert no es del todo cierto, en el mismo libreto que trae el SACD se explica específicamente que en el periodo de grabación de la Novena en cuestión estuvieron incluidos sus dos conciertos finales como director de la Filarmónica de Estocolmo, pero no se refiere a una toma en vivo de una interpretación completa realizada en una misma sección. No se trata de ninguna manera de la grabación íntegra del concierto en vivo de la despedida.
En definitiva, estamos ante un intento fallido de una buena interpretación de la Novena sinfonía de Gustav Mahler. Siendo esta bastante floja en comparación con muchas otras que se encuentran actualmente en el mercado discográfico. Sus carencias tanto de dirección como orquestales se evidencian con suma facilidad. La música no fluye, en muchos momentos se antoja ahogada y débil, aunque corra velozmente. El audio es bueno, el estándar para una buena grabación de un SACD. Parafraseando a Paul Henry Lang, en una interpretación no se puede tocar y cantar los símbolos como tales, sin más ni más. El intérprete debe ser consciente de la intención del compositor tal y como está expresada en los símbolos porque le influirán de manera sutil e inconciente, sino es así, no existirá dicha fusión indefinible entre él y el espíritu del compositor.
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