martes, 4 de agosto de 2009

Saint-Saëns - Suite argelina - Travis + Robertson

La Suite argelina, una obra poco conocida de Saint-Saëns

Camille Saint-Saëns fue sin duda uno de los más grandes compositores franceses. Nacido el 9 de octubre de 1835, en París, y muerto el 16 de diciembre de 1921, en Argel, su estilo fue post-romántico, con un fuerte acento en lo nacional y en lo idiomático de los distintos lugares que él amó. Eximio pianista y organista, su labor como compositor abarca todos los géneros, aunque se destaca en sus numerosas y bellas composiciones para piano, piano y orquesta, piano con grupos de cámara y órgano solo. Sus cinco sinfonías hoy numeradas son bellísimas, aunque solamente la última, que sería la 5ª pero él llamó 3ª, es muy conocida: la Sinfonía «con órgano».
Saint-Saëns reveló una precocidad mozartiana como pianista y compositor: fue educado desde pequeño por Stamaty y Boëly antes de ingresar al Conservatorio de París en 1848. En esta institución tuvo a Halévy como profesor y su sorprendente talento le ganó la admiración de Gounod, Rossini, Berlioz y sobre todo Liszt, quien lo consideró como el más grande organista del mundo.
Camille Saint-Saëns fue organista en la Madeleine desde 1857 a 1875 y profesor en la escuela Niedermeyer entre 1861 y 1865, donde Fauré estuvo entre sus alumnos favoritos. Teniendo solamente estos cargos profesionales, realizó una variedad de otras actividades: organizó conciertos donde estrenó muchos poemas sinfónicos de Liszt, revivió el interés por la música antigua (Bach, Händel y Rameau), escribió sobre temas musicales, científicos e históricos, viajó a menudo y ampliamente por Europa, África y Sudamérica, y compuso prolíficamente. Y en su deseo por promover la nueva música francesa fundó la Société Nationale de Musique en 1871.
Saint-Saëns era un virtuoso pianista, notable intérprete de Mozart y apreciado por la pureza y gracia de su ejecución. Las características francesas de su estilo musical conservador (proporciones, claridad, elegancia, etc.) aparecen en sus mejores composiciones, como por ejemplo las sonatas de tipo clásico (sobre todo la primera para violín y la primera para violonchelo), la música de cámara (Cuarteto con piano op. 41), sinfonías y conciertos (especialmente los más conocidos, el nº 4 para piano, el nº 1 para violonchelo y el nº 3 para violín).
También escribió obras dramáticas, descriptivas y «exóticas» (más abajo discutiremos este epíteto), como los cuatro poemas sinfónicos (Faetón, La juventud de Hércules, La rueca de Onfalia y La danza macabra), cuyo estilo fue influido por Liszt y emplean la transformación temática. Y las óperas, de las cuales solamente Sansón y Dalila (1877), con sus estructuras sonoras, declamación clara y conmovedoras escenas, se ha mantenido en el escenario internacional. Aunque debemos aún descubrir Enrique VIII, que —a juzgar por las páginas que conocemos— sería otra gran obra. El carnaval de los animales (1886) es una curiosidad y él mismo prohibió su interpretación mientras vivió, con excepción de El cisne. Desde mediados de la década de 1890, Saint-Saëns adoptó un estilo más austero, enfatizando el aspecto clásico de su estética.

Saint-Saëns y África
Camille Saint-Saëns tuvo siempre una marcada atracción por el África del norte, por las tierras árabes africanas. Allí pasaba sus vacaciones, paseaba por sus arenas y sobre todo recogía aquí y allá las melodías folklóricas de los pobladores de toda la zona entre los desiertos del Sáhara y de Libia, y el Mediterráneo. Tanto amó al África del norte que quiso el destino que allí lo encontrara la muerte, en la ciudad de Argel, uno de sus lugares preferidos.
Las músicas que Saint-Saëns recogiera en sus largas estadías invernales en el norte africano fueron muy tenidas en cuenta para sus composiciones. Varias veces escribió obras con directas referencias al mundo árabe que tánto amara: además de obras menos conocidas, como el Recuerdo de Ismailía y el Capricho árabe, ambas para dos pianos, compuso la fantasía África, la Suite argelina y el Concierto egipcio. Y otras veces utilizó los modos melódicos norteafricanos para otras obras que no tienen ninguna referencia a ese mundo: tal el Concierto nº 4, para piano y orquesta, con claras relaciones con el folklore de su amada tierra de del otro lado del Mediterráneo.
Los estudiosos de la obra de Saint-Saëns califican a estas obras como «exóticas». Y queremos aclarar nosotros: ¿son exóticas porque reflejan músicas poco conocidas y al parecer ajenas al ambiente natural del compositor? Como aparentemente ése es el criterio que se tiene para considerar que una obra es «exótica», entonces debemos concluir que Saint-Saëns fue un músico especialmente dotado para escribir música de ese tipo. En efecto, para mencionar solamente las obras más destacadas, se ocupó de hacer composiciones
● con música de Auvernia, la provincia del Macizo Central francés: la Rapsodia de Auvernia;
● con música de la región bretona, al noroeste de Francia: las tres Rapsodias bretonas, para órgano;
● con música de Escocia: muchas páginas de su ópera Enrique VIII;
● con música del Oriente Medio: la bacanal de su ópera Sansón y Dalila;
● con música del Japón: en su ópera cómica de cámara La princesa amarilla;
● con música española: la Habanera y el Capricho andaluz;
● con música portuguesa: Una noche en Lisboa; y
● con música danesa y rusa: el Capricho op. 79. Y esto no sería sino, reiteramos, lo más destacable.

Si, entonces, dejamos de considerar «exótica» la música que Saint-Saëns compusiera sobre temas norteafricanos, lo primordial que tendríamos que considerar serían las fuentes inspiradoras de esas partituras, además de su motivación afectiva orientadora.
En este blog ya hemos tenido ocasión de escuchar la fantasía África, una obra para piano y orquesta, de gran atractivo sonoro y lucimiento pianístico, que introduce ritmos nativos tunecinos, y que finaliza con una coda furiosa y enervante, que se basa en una melodía popular, también de Túnez.
Ahora vamos a escuchar la más famosa de las partituras de Saint-Saëns dedicada al África: la Suite argelina, op. 60, que recoge el gusto francés por la música descriptiva y se inscribe en la serie de las «escenas pintorescas», variante del poema sinfónico que Saint-Saëns, Massenet, d’lndy o Gustave Charpentier ilustraron de manera brillante a finales del siglo XIX. La Suite argelina se compuso en dos tiempos. El «Ensueño oriental» (que finalmente fue el «Ensueño nocturno») fue escrito para una circunstancia particular: un concierto en la Ópera de París, el 7 de junio de 1879, «en beneficio de los inundados de Szegedin». Una gran pianista de la época, Mme. Szárvady, de origen húngaro y gran amiga de Saint-Saëns, le había solicitado la obra al compositor. Un comentario explica la pieza: «Hace cuatro años, Saint-Saëns fue a Argelia en busca de un retiro solitario donde componer con tranquilidad su ópera Sansón y Dalila, y fue allí donde apuntó el motivo de este ensueño oriental». Esta página, considerada «poética», obtuvo un éxito tan importante, bajo la dirección del compositor, que se volvió a presentar el 15 de junio de 1879. El editor Durand, olfateando un buen negocio, insistió para obtener más «cuadros pintorescos». Saint-Saëns escribió la Suite argelina tal como la conocemos durante el verano de 1880. Trabajó en ella del 12 de julio hasta finales de agosto de 1880 en Boulogne-sur­-Mer, lejos de Argelia, y anunció que había terminado la suite «que tenía prometida desde hacía tiempo y de la que forma parte el Ensueño árabe». Finalmente completa, la Suite argelina se estrenó en el Châtelet, bajo la dirección de Édouard Colonne, el 19 de diciembre de 1880, para sorpresa de un público desconcertado que recién le otorgó un éxito claro con ocasión de la segunda audición, el 26 de diciembre. El Preludio, a la vista de Argel (nº 1) y el Ensueño nocturno, en Blidah (nº 3), título definitivo, han podido considerarse piezas pre­impresionistas.
El Preludio... se basa en un tema enunciado con discreción por las cuerdas, que se alarga y se afirma progresivamente mientras lejanas fanfarrias dejan adivinar la animación de una ciudad que no puede alcanzarse más que navegando por un mar agitado.
En la Rapsodia morisca (nº 2 de la suite) Saint-Saëns no hace brillar más que al final el tema con todo su esplendor y la orquesta completa con los instrumentos de rigor: triángulo, tambor y gran caja, como si el compositor hubiera querido proponer antes evocaciones fugaces mediante la división del tema, de los instrumentos, los pizzicati del principio, efectos de armónicos y matices suaves. El biógrafo George Servières destaca en este número la plenitud de brío en sus oposiciones de ritmo, artificios canónicos y colorido variado.
El número más bello de la Suite argelina es sin duda el 3º, Ensueño nocturno (Rêverie du soir). Las dos flautas anuncian con discreción los temas de la página, que la viola sola expondrá por entero y que la orquesta retomará incansablemente en colores sonoros, con destellos siempre renovados, en una especie de suspensión del tiempo que une los matices de la melancolia a los colores cambiantes de una ciudad oriental: el folklore local se hace acá más evidente aún que en el resto de la suite. La delicada y magnífica orquestación de Saint-Saëns está aquí tan presente como en sus mejores partituras. Por supuesto que estamos en la noche, en la aldea argelina de Blidah —donde moraba el compositor en sus vacaciones norteafricanas— y la sutileza de la melodía argelina se deja oír como en un sueño.
Y la página final es la más conocida y sin embargo es la menos interesante de la Suite argelina: la Marcha militar francesa. Estamos en una colonia francesa, en el siglo XIX, y es la legendaria Legión Extranjera la que desfila por las calles de Argel tocando esta marcha.
De esta bellísima obra hemos escuchado, en nuestra infancia, la versión en discos de 78 RPM, de 30 cm de diámetro, por la Orquesta Sinfónica dirigida por Piero Coppola. Uno de los dos discos todavía está en nuestra discoteca, habiéndose salvado de las quebraduras que eran habituales en esos discos tan frágiles.
Y después buscamos alguna grabación moderna, en CD, y encontramos dos —gracias a alumnos viajeros que los consiguieron para nosotros en Bélgica y en EE. UU., respectivamente—. Les ofrezco las dos versiones: la primera, por la Orquesta de la Suiza Italiana , dirigida por Francis Travis, con Jody Levitz en solo de viola para el Ensueño nocturno, y la segunda versión por la Orquesta Filarmónica de Monte-Carlo, dirigida por David Robertson. Son dos joyas, increíbles. No sé cuál versión es la mejor: lo más adecuado es escuchar ambas, y compararlas a gusto del oyente.


AQUÍ la versión de Francis Travis

AQUÍ la versión de David Robertson

[Enlaces reparados]

11 comentarios:

  1. I tried to download the files but MediaFire says me that the folder I accessed is currently empty.

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  2. Sorry, antoarma. I'm working in fix it. Be patient.

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  3. the file is not there. t says:
    0 items found to display!

    could you reup it, please?

    Reza

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  4. Los enlaces no están disponibles, podrías repararlos, por favor?. Gracias.

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  5. Perdona por ser tan molesto, pero los enlaces aún siguen rotos, te agradecería mucho que los repararas otra vez.

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  6. Parece que no has tenido tiempo de reparar los enlaces, lástima. Espero lo hagas pronto, de verdad quería escucharla. Por cierto, te felicito por tu blog, es simplemente soberbio.

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  7. Lo siento, José, pero sólo Ravanelli tiene los archivos originales y ha tenido algunos problemas que le han impedido pasármelos...

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  8. vaya los enlaces estan no disponibles, tenia curiosidad por oir este disco que desconocia por completo. Por cierto comentarle que estoy realizando un blogger en el que estoy insertando toda mi coleccion de cd de clásica (mas de 1500). Si lo deseas puedes visitarla:

    http://musica-clasicayopera.blogspot.com/


    Saludos desde España.

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  9. Hola Fernando:
    He tratado de accesar a esta obra de Saint-Säens pero Mediafire me dice que el archivo se encuentra en la modalidad de privado.
    ¿Podrías checar?
    Gracias.
    Luis Felipe.

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