miércoles, 13 de octubre de 2010

Berlioz - Sinfonía fantástica - Davis



>>STEFANO RUSSOMANO


«Se equivoca uno si cree que los compositores utilizan carta y pluma para expresar, describir, pintar esto o aquello. Sin embargo, no han de menospreciarse las casuales influencias e impresiones procedentes del exterior. De forma inconsciente, al lado de la fantasía musical actúa a menudo, junto con el oído, el ojo; y éste, el órgano siempre activo, entre un sonido y otro retiene firmemente ciertos contornos que con el progresar de la música pueden tomar consistencia y desarrollarse en claras formas».
Así defendía en 1833 Schumann la Sinfonía fantástica de Héctor Berlioz, estrenada tres años antes. Berlioz era de la opinión que Beethoven había marcado un antes y un después en el ámbito de la sinfonía, igual que lo había hecho Shakespeare en el teatro. Los paralelos entre la Sinfonía fantástica y la Pastoral del compositor alemán son evidentes.
Ambas piezas recurren a una arquitectura en cinco movimientos, en contra de los cuatro habituales. Pero, sobre todo, la Sinfonía Nº 6 del compositor alemán podía haber representado para Berlioz un antecedente ilustre de un concepto de música que se justificaba por la presencia de un programa externo. Aquí acaban las similitudes, porque Beethoven -con un pie en el Clasicismo y otro en el Romanticismo- pretendía representar los sentimientos del hombre universal ante la Naturaleza, mientras que el ultrarromántico
Berlioz tenía un propósito declaradamente subjetivo: desahogar en la sinfonía sus obsesiones personales, sus fantasmas interiores, así como su pasión amorosa por la actriz irlandesa Harriet Smithson.
Episodios de la vida de un artista, se titula la Fantástica. El primer movimiento (Ensueños y pasiones) se divide en dos partes, una lenta y otra rápida. Su andadura rapsódica, alejada de los cánones de la forma sonata, pareció a los primeros críticos una monstruosidad desde el punto de vista estructural. Pero Schumann defendió la pieza invocando la necesidad de crear nuevas formas para representar ideas nuevas. El tema con que empieza la segunda parte (Allegro agitato e appassionato assai), en los violines, representa la llamada «idea fija», esto es, un motivo –personificación de la mujer amada– que aparecerá en todos los movimientos de la sinfonía a modo de delicada obsesión.
El segundo movimiento (Un baile) evoca, después de los paisajes interiores del primero, una escena mundana, quizá las circunstancias del primer encuentro real con la mujer. Sobre un arrebatador ritmo de vals, el compositor retrata las luces, la ebriedad de unos movimientos que unen elegancia y vértigo. Aunque las evanescentes sonoridades del comienzo producen una impresión de irrealidad, como si toda la escena no fuera más que una alucinación (no olvidemos que una de las fuentes literarias más queridas por Berlioz eran las Confesiones de un inglés comedor de opio de Thomas De Quincey).
Las atmósferas idílicas y bucólicas del tercer movimiento (Escena en el campo) recuerdan de nuevo a la Pastoral beethoveniana y tienen por protagonistas al oboe y al corno inglés. Hacia el final, los redobles de la percusión anuncian el clima de pesadilla de los dos movimientos últimos. La Marcha al suplicio (el músico sueña que ha matado a su amada y que lo conducen al patíbulo) es, quizá, la música más beethoveniana nunca concebida por Berlioz en términos de dramatismo heroico. Tras quedar descabezado, el artista asiste en el último movimiento a una noche de sabbat. Aquí el talento visionario de Berlioz alcanza el cenit. Citas de melodías gregorianas (el Dies Irae), parodias de la música religiosa, una fuga cuyas voces suenan casi atropelladas, repiques de campana, sonoridades distorsionadas por medio de una instrumentación excéntrica (con desproporcionada presencia de instrumentos graves) dibujan con gran efectividad un cuadro que es «ruidos extraños, gemidos y risotadas».
Todo se sale de la norma y la medida establecidas por la tradición. Olores angelicales y demoníacos no despejan las dudas sobre la suerte final del artista.

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Compartiremos, para saborear esta obra fundamental, una versión de quien es, sin dudas, uno de los mejores intérpretes de Berlioz de los últimos años. Nos referimos al inglés Colin Davis, quien interpreta aquí la Sinfonía fantástica al frente de la Royal Concertgebouw Orchestra, en un disco que se completa con fragmentos de Tristia y de La condenación de Fausto.

3 comentarios:

  1. Sin lugar a dudas la versión más clásica que conozco de esta maravillosa SINFONÍA de BERLIOZ.
    Gracias por el regalo Fernando.
    Salud, paz, sonrisas y cordiales saludos.
    Elgatosierra

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  2. Excelente versión de tan bella obra...Gracias Fernando!!!!

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  3. gracias Fernando por regalar esta extraordinaria versión de la Fantástica de BERLIOZ la enlazo a mi blog en http://fonotecaidealclasica.blogspot.com y os añado a mis favoritos. Gracias

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