jueves, 25 de marzo de 2010

Ginastera - Conciertos para piano Nº 1 y Nº2 - De Marinis - Malaval



La historia presente se escribirá en el futuro, es una ley por demás obvia, e intentar subvertirla (digamos: escribir hoy la historia de nuestro presente) puede llevarnos a errores de valoración, a injusticias por adición u omisión. Sin embargo, qué duda cabe: la mendocina Fundación Ostinato viene haciendo historia desde hace rato, merced a un trabajo impecable de difusión de compositores argentinos y de intérpretes (en especial, pianistas) mendocinos.
Un capítulo de ese historial es el CD Piano Concertos Nº1 & 2, de Alberto Ginastera, publicado por el sello internacional Naxos y producido por Ostinato, con su presidenta, Dora de Marinis, en el piano solista, Julio Malaval en la dirección y la Orquesta Sinfónica de la Radio Eslovaca.
Excelente calidad de sonido, impecable presentación, una portada con la reproducción de una obra (Mitin) de Juan Carlos Castagnino y la gran maestría interpretativa de Dora de Marinis, son los puntos salientes de este disco editado por Naxos.
Si a eso se le suma el hecho de que se están interpretando partituras de Ginastera, para colmo poco frecuentadas por las grabaciones mundiales, todo concluye en un disco imperdible, de esos que hay que atesorar en un lugar destacado de nuestra discoteca.
Dora de Marinis detalla las particularidades de estas composiciones, el Concierto para piano Nº1 op. 28 y el Concierto para piano Nº2 op. 39.
Registrado en Bratislava (Eslovaquia) en abril de 1999, el CD que aparece en uno de los sellos mejor distribuidos en el mundo -y denominado «el rey de los sellos económicos», por la calidad de sus obras y lo accesible de sus precios- es casi la coronación de un trabajo que comenzó hace siete años con la edición, más tímida, de la obra integral para piano de este ineludible compositor argentino. Por si valores históricos le faltaran, tanto a De Marinis y a Ostinato como al disco en sí, la placa es la primera grabación mundial de los dos conciertos conjuntos.
Pero la protagonista de la historia es Dora de Marinis, quien a fuerza de talento y entrega (dos virtudes remanidas pero raramente encarnadas) ha llevado la música argentina a esta instancia. Dejemos que sea ella quien presente con palabras este disco (que ya se diga) histórico.

Neoexpresionismo
–¿Qué características tienen estos dos conciertos?
–Estos conciertos pertenecen a la época neoexpresionista de Ginastera. El primero tiene algunos elementos nacionalistas, similares a su primera sonata, al primer cuarteto de cuerdas, es decir, el momento de producción más alto del autor, cuando compone la Cantata para América mágica. Digamos que aquí se lo nota muy comprometido con lo latinoamericano. Luego de esta etapa, él se dedicó a las óperas (Don Rodrigo, Bomarzo y Beatrix Cenci), donde los temas que aparecen son más universales. Ahí es cuando escribe el segundo concierto, que es muy hermético, muy difícil de tocar, de oír, de entender. Quizá por eso no se toca nunca, y creo que la única persona en el mundo que lo hace actualmente soy yo. Además, esta es la única grabación que hay en este momento. La verdad es que grabar el segundo concierto fue la intención originaria nuestra, a la que después se sumó la grabación del primero. A mí me gusta especialmente el segundo concierto, me gustaría tocarlo, pero es muy difícil encontrar una orquesta que quiera hacerlo.

–¿Qué significa para la Fundación Ostinato la grabación de este CD, en un sello tan importante como Naxos?
–Todo el proceso que demandó el disco ha sido una verdadera aventura. Fue un proyecto para el que trabajamos mucho, desde 1997, cuando junto a Julio Ogas (otro de los integrantes de Ostinato), en España, nos propusimos grabar los conciertos para piano de Ginastera. Después de registrar las obras integrales para piano del mismo Ginastera, de Juan José Castro y de Guastavino, este era un paso muy importante. Sin embargo, exigía mucho dinero y una orquesta profesional, además del aporte fundamental de un director como Julio Malaval, gran conocedor de la música de Ginastera.

Música, no palabras
–¿Qué produce emotivamente, entonces, poder apreciar el disco, que ya está en las bateas de todo el mundo?
–Nos hace muy felices y es un logro personal. A mí me cuesta expresarlo en palabras, porque he estado tan involucrada en esto que llega un momento en que me parece de lo más natural que el disco esté allí.
–¿Cómo llega Naxos a interesarse en esta propuesta?
–Este sello edita actualmente una colección de música latinoamericana, y si bien no tienen mucho en su catálogo (Villa-Lobos, Revueltas y algo de Alberto Williams), ya hay una tendencia mundial a fijarse en Latinoamérica. A Naxos le interesó nuestro trabajo y, por otra parte, nosotros también «elegimos» este sello, porque teníamos otras ofertas, pero nos interesó la difusión que podíamos alcanzar editando aquí.

De hurtos y grabaciones
–Es de suponer que grabar un disco de tal envergadura habrá producido más de una anécdota que valga la pena reproducir...
–Las anécdotas en torno a la grabación de este disco podrían ocupar todo un libro. Para empezar, fuimos a grabar a Bratislava, en Europa del Este, a 70 kilómetros de Viena. Para llegar allí, partimos desde el sur de Alemania. Como debíamos llevar algunos instrumentos de percusión que exigen las obras y la orquesta no poseía, viajamos en un auto alquilado. Pero como Eslovaquia no permite el ingreso de autos alquilados, tuvimos que dejar el auto en Viena y subirnos a un tren con todos los instrumentos. Ya en viaje, al parecer los eslovacos nunca habían visto un pasaporte argentino y me miraban como a un bicho raro. Tardaron todo el viaje en devolvérmelo, cuando yo ya estaba más que preocupada, asustada, hasta que me lo reintegraron. Cuando llegamos a Eslovaquia, nos llevaron hasta la radio de Bratislava, donde la orquesta funciona y tiene todo su centro de operaciones, y allí, mientras esperábamos, llegó nuestro técnico, el alemán Reinhart Geller, y dejó su auto estacionado afuera, con todo el equipamiento. Cuando, después de encontrarse con nosotros fue a buscarlo, le habían robado todo: equipos y auto. Así fue el comienzo de la grabación...

En busca del «espíritu»
–¿Se requiere alguna actitud especial de una orquesta, cuando no conoce el «espíritu» nacional y sonoro de las partituras de un compositor?
–Eso queda en manos del director y del solista. Por ejemplo, el último movimiento del primer concierto (Toccata concertata) es casi un malambo. Existen varias grabaciones de esta obra, es bastante popular, pero en todas las versiones se lo hace o demasiado rápido o muy lento, cercano a Stravinsky o a El aprendiz de brujo de Dukács. Cuando empezamos a grabarlo, tomamos un tiempo muy cómodo y tuvimos que parar en la mitad porque no se estaba logrando el tempo que yo quería. Malaval temía que los músicos no entendieran el concepto rítmico del malambo. Yo propuse que simplemente la orquesta me siguiera. Empezamos todo de nuevo y funcionó a la perfección.

–Esto habla de que a veces hay que penetrar en el «espíritu» de una obra, o directamente pertenecer al mismo lugar al que alude el compositor.
–Los alemanes y los estadounidenses tocan muy bien a Ginastera, pero no lo hacen como nosotros, no tienen esa cosa rítmica que viene del conocimiento de la música que excede lo que se estudia en las aulas.

Este texto es una adaptación del originalmente publicado durante 2001, en Diario UNO.


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