sábado, 10 de octubre de 2009

Shostakovich - Sinfonía Nº 6 - Haitink



Las sinfonías de Shostakovich de principio a fin. La integral de Bernard Haitink.
Sexta sinfonía

La Sinfonía Nº 6 en Si menor Op. 54 fue estrenada el 5 de noviembre de 1939 por la Orquesta Filarmónica de Leningrado, bajo la dirección de Yevgeny Mravinsky.
El éxito de la Quinta sinfonía trajo un ambiente más relajado a la vida de Dmitri Shostakovich en lo que a sus relaciones con el partido se refiere, sin embargo, sus circunstancias personales habían cambiado; en 1936 nació su hija Galina y su segundo hijo, Maxim, en 1938. En busca de una necesaria estabilidad económica, acepta el puesto de profesor de Composición en el Conservatorio de Leningrado. Por el mismo motivo, centra sus esfuerzos creativos en componer bandas sonoras para películas. Además, el compositor se vio afectado por el agotamiento anímico que le produjo el enfrentamiento con el PCUS al que se había visto sometido los dos años anteriores. Todas estas circunstancias son la causa de que, hasta que escribió la siguiente sinfonía, Shostakovich solo realizara una composición que no fuera de encargo: un cuarteto de cuerda, el primero de una serie de 15; una serie que merece un lugar de honor en la historia de la música de cámara.
A finales de 1938, respondiendo a preguntas de la prensa, Shostakovich anuncia su intención de componer una sinfonía destinada a ensalzar la figura de Lenin, basándose en el poema de Mayakovsky Vladimir Ilyich Lenin. Esta sinfonía tendría grandes proporciones (gran número de instrumentos, solistas y coro) pero al igual que en las Segunda y Tercera sinfonías, la adaptación de la lírica a la partitura no eran del agrado del músico. Sin embargo a principios de 1939, en los comentarios que realiza sobre la futura composición no cita ni a Lenin ni ningún otro aspecto especial sobre la obra. Mas al contrario, anuncia que será una sinfonía desprovista del carácter trágico que impera en la Quinta, una sinfonía en la que predomina el tono contemplativo, aportando además una atmósfera de alegría fresca y juvenil.
Ante tal anuncio, la asociación de compositores rusos en Moscú decidió convocar una sesión extraordinaria a fin de juzgar si la nueva obra de Shostakovich podía ser acusada o no de formalismo. El músico se queja amargamente a su amigo Vissarion Shebalin: «los compositores están asustados con mi sinfonía. ¿Qué puedo hacer? Por mucho que trato de no estar angustiado por esta circunstancia, es una carga demasiado pesada para mi corazón. La edad, los nervios, todo eso cuenta». No obstante la sinfonía fue estrenada en el mismo lugar que lo fue la Quinta, con gran éxito de publico, que obligó a repetir el tercer movimiento.
La estructura de la pieza es algo extraña. Su disposición en tres movimientos es asimétrica e inusual, con un movimiento inicial (Largo) de gran duración (17 a 20 minutos) al que siguen dos pequeños movimientos de 5 a 8 minutos cada uno, un scherzo como segundo movimiento (Allegro) y cerrando la sinfonía un desenfadado galop como tercero (Presto). El espacioso Largo con que se inicia la obra constituye casi una pieza sinfónica por sí mismo, de un fuerte carácter introspectivo, donde las líneas melódicas fluyen muy lentamente, en una constante progresión armónica más significativamente en las cuerdas, que arrastran en el ánimo del oyente los más melancólicos sentimientos. En la misma lentísima cadencia se suceden los lúgubres arpegios a cargo de la flauta, repetidos e insistentes, afianzando aún más las sensaciones de soledad y desencanto, de desidia y de vacío vital. El segundo movimiento es un exultante scherzo en tempo de Allegro, corto, pero pleno de virtuosismo y de calidad compositiva en la orquestación. Acaba la sinfonía con un agitado, sorprendente, rondó en Si mayor, lleno de vitalidad, que desemboca en un decadente galop de music-hall. El musicólogo Boris Schwarz lo describe de la siguiente forma: «Bach y Offenbach siempre han convivido en la música de Shostakovich, pero nunca como en la Sexta sinfonía».
Indudablemente no estamos ante una obra maestra, pero, permítaseme, estamos ante la obra de un maestro. Sin embargo, es la sinfonía por la que todos los comentaristas pasan de largo. ¿Los motivos? Tal vez porque su presentación ante el público soviético coincidió con la de patrióticas obras de Zhelobinski, Shaporin e incluso Prokofiev, las cuales conectaron mejor con un público preocupado por la convulsa situación internacional. Tal vez por su concepción, la cual no está ligada a ningún hecho concreto, que puede que esté escrita «porque sí», como reconoció el músico refiriéndose al primer cuarteto de cuerda. En todo caso, una vez más, se pone de manifiesto que Shostakovich comparte con Mahler el mismo pesimismo sobre la fútil existencia del ser humano. Tras el movimiento inicial que transmite sentimientos de vacío existencial, tristeza y melancolía, aquí, a diferencia de la Quinta el final no es triunfal, ni en apariencia, aquí es una frivolidad, como si el compositor guiñara un ojo mientras se gira y se aleja, como diciendo, displicente: «Esto es lo que hay, no busques más». Pocos meses atrás, el estreno de esta sinfonía le habría reportado muy serios problemas con las autoridades soviéticas, pero estas tenían cosas más importantes de que ocuparse; los vientos de la guerra soplaban sobre Europa.
Al frente de la Orquesta Real del Concertgebouw, el maestro Bernard Haitink nos ofrece una académica lectura de esta sinfonía poco ortodoxa, pero plena de contrastes y de enigmas.


5 comentarios:

  1. Amigo Fernando de León, la verdad Shostakovich fue uno de mis compositores más descuidados. Desde que estoy siguiendo sus artículos he vuelto a él, quizás no con su misma pasión, pero las impecables interpretaciones de Haitink y su atención a las circunstancias en que fueron compuestas enganchan al admirador de Shostakovich.

    Le sugiero, si tiene a bien recibir esta sugerencia, no he visto la misma atención a los conciertos para chelo y los de piano. Ojala nos honre con unos artículos y unas referencias de esas obras.

    Saludo y gracias.

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  2. VEGLIO:
    Ya tengo un artículo preparado para una interpretación de su Concierto Nº 2 para chelo. Lamentablemente, no es de Fernando de León, sino mío.
    Saludos.

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  3. Qué bien Fernando T., espero con ansias esas novedades de Oido Fino sobre el segundo para chelo de Shostakovich. Maravilloso

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  4. Amigo Veglio, le agradezco sus palabras. En cuanto a su sugerencia, por el momento estoy inmerso en las quince sinfonías (como reza el titulo de la serie - de principio a fin-, y le garantizo que ya es bastante tarea. Siento pasión por toda la obra de Shostakovich (como por la de otros muchísimos compositores), y me gustaría comentar alguna que otra obra, entre ellas los curiosos conciertos para piano que usted cita.
    Estimado Fernando: Lamentablemente, no; en todo caso afortunadamente. Ya comunico contigo.

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  5. Elgatosierra al aparato.
    Fernando de León, otro puntazo.
    Sinfonía preciosa, por más que algunos críticos se hayan artado de decir tonterías, como “música hueca, altisonante, falsa y sin sentido”.
    Nosotros homenajeamos también desde aquí al bueno de Mravinski, que tanto apoyó a nuestro compositor.
    Haitink y la Concertgebouw se muestran detallistas, finos y luminosos, los vientos bordan la partitura y la percusión la iluminan.
    Otras versiones de la 6 que también me gustan, además de esta por supuesto, son las del propio Mravinski que la estrenó, y las de Sanderling y Rozhdestvensky, sin olvidar a Bernstein. Parce que las versiones clásicas le sientan bien a esta obra.
    Y de paso has tocado otro tema al que tendríamos que dedicarle tiempo, los cuarteto de cuerda del bueno de Dmitry. El 8 es la bomba.
    Fernando y Fernando, muchas gracias por la golosina.
    Ya me estoy relamiendo con lo que veo en lontananza. ¡¡¡LA SÉPTIMA!!!
    ¡Ah, y espero con esperanza los conciertos!
    Salud, paz y una sonrisa por favor.
    Elgatosierra

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