Gabetta interpreta a Hofman, Haydn y Mozart
Hace unos meses hacíamos un recuento con Don Fernando de las notables grabaciones de
Sol Gabetta, de la cual uniendo el acervo de ambos, hemos logrado degustar de todos sus trabajos. En
Oído Fino hemos realizado conjuntamente dos entregas, en la primera Don Fernando analizó una extraordinaria rendición del
Segundo Concierto de Shostakovich, por mi parte luego nos dedicamos a analizar
una sublime interpretación del Concierto de Elgar, el cual es notablemente complementado con obras de Dvořák, Respighi y el compositor contemporáneo Peteris Vasks.
Cronológicamente, ahora analizamos el trabajo inmediato anterior al disco de Elgar, en el cual Sol Gabetta hace una lectura de obras clásicas de
Mozart, Haydn y del compositor
Leopold Hofmann. Este álbum es sencillamente delicioso y nos muestra una instrumentista en total control de la capacidad expresiva de un instrumento que, según muchos, es el más cercano a la voz humana. Es muy importante contextualizarlo en el hecho de que previo a este trabajo Gabetta hizo un CD centrado en obras para chelo de Vivaldi. En ambos trabajos (la siguiente nota de la serie abordara este tema), Gabetta nos muestra una gran flexibilidad interpretativa.
Los lectores encontrarán en la propuesta de obras del CD una de las obras clásicas para el chelo más famosas de la historia. Nos referimos al
Primer Concierto de Haydn, la cual junto con el
Concierto en Si bemol mayor de Boccherini son infaltables en el repertorio actual (pese a que recién fue descubierto enterrado en Schloss Radenin en la República Checa en 1961). Sin menospreciar esta bella obra de papá Haydn, quisiera enfocar estas líneas a las otras dos obras que contiene este CD, relativamente desconocidas en comparación con ésta última.
Me refiero al
Concierto para chelo que compuso en 1763 Leopold Hofmann, un compositor vienés contemporáneo a Haydn y Mozart, que ahora es prácticamente desconocido. Pero sobre todo, un tesoro que nos muestra una faceta indirecta del talento mozartiano inédito: una obra para chelo y orquesta.
Como los lectores sabrán, Mozart nunca compuso una obra para chelo solista, en esta grabación Sol Gabetta nos presenta el arreglo realizado del
Concierto para oboe en do mayor, KV 314, por el legendario maestro húngaro-norteamericano
George Szell con el apoyo del musicólogo
Alfred Einstein (especialista en la obra de Mozart) por encargo y dedicación al chelista Emanuel Feurmann.
El maestro Szell hizo el arreglo integral de la pieza y sus cadenzas, sin embargo, en su arreglo Szell tomó el Andante de un
Concierto para Violín compuesto por Mozart en 1785, cuyos otros movimientos están perdidos (la cita en el catálogo Kochel es dudosa, algunos relacionan esta obra con el compositor italiano Viotti), para el segundo movimiento, porque a su juicio no se acomodaba para transcribirlo para chelo. Gabetta y
Sergio Ciomei (director, clavecinista y pianista de la Kammerorchester Basel) nos presentan acá una transcripción preparada por este último para este CD del segundo movimiento original del KV 314.
A propósito de este CD, así como de su trabajo previo con conciertos de Vivaldi, Sol Gabetta destacó
en una entrevista en Clarín de Argentina que “no tenemos el repertorio de un pianista ni de un violinista, pero hay una razón histórica para que las cosas se hayan dado de este modo: durante el período clásico barroco, el violonchelo funcionaba de bajo continuo y no como solista. Sin embargo, periódicamente se descubren piezas para violonchelo escritas en el barroco. Empiezo a creer que muchos más compositores de los que se pensaba vieron al violonchelo como instrumento solista. Tal vez el público no dio a esos compositores la oportunidad de sacar a resonar ese instrumento. Les sonaría extraño. Acaban de descubrirse en archivos 27 conciertos de Vivaldi escritos para violonchelo. Seguramente en su época, esos conciertos no eran del agrado de la gente; el compositor los escribió y tal vez fueron tocados solamente en un estreno. El violinista Félix Ayo reconocía en una entrevista que ciertos compositores eludían determinados instrumentos. Decía que Schumann había sido generoso con el violonchelo pero ineficiente con el violín y que en cambio los violinistas podían sentirse mimados por Mozart”.
Más adelante en la misma entrevista Sol Gabetta hacía notar que Mozart no apreciaba especialmente las cualidades del violonchelo: “…Nunca se le ocurrió ponerlo como solista; no tenía los valores que él buscaba en un instrumento solista. Seguramente no había escuchado las suites de Bach, entre tantas obras que luego se descubrieron; no pudo valorar el potencial solista que tenía el violonchelo. Muchas veces me pregunté por qué Mozart no le dio jamás al violonchelo la oportunidad de lucirse. Pero creo que hay que aceptar lo que él hizo y escuchar sus tríos y sus cuartetos en los que el violonchelo forma parte de una música increíble”.
Los puristas podrían criticar todo este esfuerzo hecho primero por Szell y luego por Sergio Ciomei descartando la validez de la transcripción, sin embargo, este tipo de arreglos y transposiciones eran comunes en la época de Mozart, e incluso él mismo los hizo varias veces con otras obras. El
Concierto para oboe en do mayor, KV 314 no es la excepción.
Este “Concierto” por muchos años se creyó que fue escrito originalmente para flauta y orquesta, como su segundo para este instrumento. Se tenía por cierto que fue escrito en los primeros meses de 1778 para su uso en Mannheim, motivo por el cual cuando Ludwig Köchel publicó su famoso catálogo (Köchel Verzeichnis en alemán) en 1862, a ambos conciertos se les dieron correlativos seguidos (cada una de las obras de Mozart está designada por un número precedido de la abreviatura K. o KV).
En la práctica, para la gran mayoría de obras mozartianas, el orden cronológico que Köchel pretendió dar al catálogo es realmente válido. Sin embargo, en la primera edición del catálogo aparecen algunas obras de otras autores atribuidas erróneamente a Mozart, y omite otras auténticas que aún no habían sido descubiertas a ese momento, y este es el caso de este “Concierto”.
En 1952, extensivos trabajos del musicólogo Bernhard Paumgartner demostraron fehacientemente que este “Concierto” es en realidad anterior al
Primer concierto para flauta, KV 313, y fue compuesto originalmente para oboe solista, no para flauta. Esta obra fue dedicada originalmente a Giuseppe Ferlendis, primer oboe de la orquesta del Arzobispo de Salzburgo, y fue compuesta cronológicamente entre el inicio del servicio del Ferlendis en la Corte de Salzburgo (abril 1777) y la partida de Mozart para trabajar en Mannheim (septiembre del 1777).
Paumgartner demostró que en aquellos días Mozart reformuló el
Concierto en Re Mayor para cumplir con un encargo económico que le hizo un prestigioso médico de la época, aficionado de la flauta, para entregarle tres conciertos para flauta y tres cuartetos de cámara para flauta y cuerdas. En su desorden, Mozart nunca completó la encomienda, dado que únicamente compuso el KV 313, intentó presentar la reformulación del KV 314 como el segundo y nunca compuso el tercer concierto (de los Cuartetos sólo compuso dos).
Valga señalar que si bien es cierto Mozart y el chelo no eran muy buenos amigos, tampoco le tenía especial predilección a la flauta. En una carta recientemente descubierta de Wolfgang a su padre Leopold, señalaba a propósito de la comisión de escribir este compendio de obras para flauta: “¿Qué es peor que una flauta? Dos flautas. Es un verdadero tedio tener que escribir obras para un instrumento que sencillamente no soporto…”.
Sin embargo, justo es reconocer que este trabajo de ‘reformulación’ del
Concierto para oboe para flauta no fue hecho livianamente. Paumgartner destacaba que en forma muy genuina Mozart hace una verdadero replanteamiento de la obra transponiendo la tónica dominante de Do Mayor (más luminosa para el tono melancólico del oboe) a Re mayor, más adecuada para el fraseo ligero de la flauta. La sensibilidad melódica del compositor a las diferencias entre la flauta y el oboe le permitió producir una pieza que por más de dos siglos se asumió como una pieza para flauta idiomáticamente estructurada y compuesta.
A mi buen juicio, me atrevo a decir incluso que en conjunto, pero especialmente el primer movimiento es mucho más interesante que el del
Concierto en sol mayor, KV 313, originalmente escrito para flauta. En el “Concierto” KV 314, la orquestación es sencillamente genial y más transparente (el concierto está escrito para una orquesta de dos oboes, dos cornos y cuerdas), destacando el solista y dando las numerosas figuras rítmicas recurrentes más presencia, sobre todo en el momento de la transición desde la introducción orquestal a la entrada de la flauta solista. Destaco especialmente para los lectores la inconmensurable belleza del segundo movimiento, por lo que el esfuerzo realizado por Ciomei en la transcripción hace una gran justicia al lirismo de esta bella música.
Esta transcripción para cello es por demás interesante, pero igual atención recomiendo al
Concierto de Hofmann. Esta obra tiene los matices orquestales y estructurales del barroco tardío, sin embargo el fraseo melódico predomina sobre el contrapunto, lo que nos lleva a una obra muy sentimental y expresiva, en mucha coincidencia con Haydn. El chelo no se presenta a sí mismo a
concertare contra la orquesta, más bien asume un liderato
inter pares con el resto de la orquesta, sin recibir especial trato como solista, siempre subyugando su participación a la melodía antes que al individualismo melódico que encontramos en los conciertos de Mozart.
En sus días, estas cualidades líricas en la música de Hofmann eran muy bien valoradas: en un artículo del
Wiener Zeitung fechado el 18 de octubre de 1766, titulado “El buen gusto vienés por la música”, el anónimo editorialista hacía notar la enorme riqueza de obras de la escuela vienesa de la época (Stamitz y Haydn a la cabeza) frente al repertorio propuesto por compositores alemanes, franceses e italianos. En sus notas se destacaba que Hofmann componía sus piezas con una sólida y correcta estructura melódica y
cantabile, al punto que destacaba lapidariamente que “Hofmann es el único compositor luego de Stamitz que hacía un esfuerzo supremo de desarrollar su música con transparencia y melodía”.
El polvo de los tiempos ahora ha ocultado el enorme valor de la obra de Hofmann, y poco o nada se escucha de él, lo cual (podrá juzgar el lector con la apreciación de la obra presentada por Ciomei y Gabetta) es muy injusto.
Sin más que agregar, sólo puedo decirles, mis buenos amigos y amigas, disfruten a sus anchas de esta maravillosa grabación y esperen pronto la conclusión de mi serie de los conciertos para Piano de Bartók y la cuarta entrega de esta serie dedicada al arte del la cordobesa Sol Gabetta.