Como fue señalado más atrás, la década de los ’80 significó un verdadero despliegue discográfico para la Séptima de Gustav Mahler. Ya hemos revisado dos importantísimas versiones de esta época como son la digital de Bernstein (DG) y la grabación BBC Legends de Klaus Tennstedt. Sin embargo, no podemos dejar este decenio sin analizar y mencionar un par de grabaciones más por dos mahlerianos indiscutibles: Claudio Abbado y Bernard Haitink.
Claudio Abbado es uno de los grandes mahlerianos de siempre y ahora, al mantenerse aún activo en el oficio. Habiendo grabado todas las sinfonías en más de una ocasión, Abbado sobresale especial y particularmente en la Séptima, y sin exagerar se puede decir que el italiano ha sido el dueño de esta obra desde que dejara su inmortal grabación de 1984 con la Sinfónica de Chicago, para el sello DG.
Esta grabación marca «tienda aparte» de todas las anteriores y se distingue por el increíble virtuosismo desplegado en la ejecución, acompañado de un balance perfecto y un sonido extraordinario. Sin caer en el vacuo «cerebralismo» de la grabación de Pierre Boulez para el mismo sello, Abbado se orienta definitivamente en la concepción modernista, es decir, mirando al siglo XX. No son para el italiano los sentimentalismos ni el hiperromanticismo en ocasiones autoindulgente de Lenny. La grabación de Abbado sobresale por la objetividad, el uso de los tempi correctos, la cuidadosa atención en el detalle, el balance y la perfección. Abbado no considera necesario volcarse en aderezar pasajes o fragmentos de la partitura para darle densidad o drama a la ejecución. Por el contrario, trata de conciliar y de darle sensación de continuidad a cada uno de los fragmentos para ofrecer una sensación de unidad sin perder el mensaje. Bajo la certera batuta de Abbado las permanentes discontinuidades y contradicciones que lleva el argumento se nos hacen más entendibles y hasta justificables, permitiéndonos más tiempo para disfrutar de la obra, es decir de la música.
El primer movimiento es materia de admiración por su precisión y brillo, los bronces y percusión de la Sinfónica de Chicago superan a sus colegas neoyorkinos sin duda, y a pesar de esta bella perfección artística, nunca luce sobreestudiada o sobreensayada. Sólo una década después se oiría algo igual en la grabación de Michael Gielen, que sigue más adelante. El segundo movimiento (Nachtmusik I) está logrado perfectamente en su ambiente nebuloso y de misterio. El scherzo central es para quien escribe el mejor que existe en disco. Los primeros acordes demoníacos a cargo de las cuerdas y el despliegue posterior en forma de Vals de otro mundo son tocados por los músicos bajo Abbado como en una conexión directa con el Averno… es algo inolvidable. El Nachtmusik II (cuarto movimiento) es tocado con ternura y nostalgia en forma de serenata mediterránea que delata los orígenes italianos del director y a diferencia de otras versiones, en el mismo se coloca en su justo lugar el papel evocador de la guitarra y de la mandolina que acá intervienen… Muy lejos queda la remisión parcial del dolor que nos ofrece Scherchen. El movimiento final es el virtuosismo hecho sonido, probablemente el mejor tocado de cuantas grabaciones conoce quien escribe y el que se coloca en el lado más luminoso y optimista, a la manera de un verdadero amanecer. Y mientras Scherchen sugiere que justo con el alba es cuando todo puede ir aún a peor, Abbado ofrece una verdadera resolución y un desenlace «feliz». Es sin duda una de mis tres más grandes, junto con Scherchen y Tennstedt.
Varios años después, el maestro Abbado la volvería a grabar con el mismo sello, con la Filarmónica de Berlín, ya a punto de dejar la titularidad de esta agrupación. Esta nueva grabación en ningún aspecto es preferible al milagro hecho en Chicago: aunque se evidencia el mismo enfoque general del director, precisamente el problema radica en que Abbado no nos dice absolutamente nada nuevo. En segundo lugar, la Sinfónica de Chicago ha tocado Mahler en general mucho mejor que los «berliners», y en la Séptima particularmente se nota la diferencia. Finalmente la toma del sonido, que mientras en Chicago es formidable, en Berlin es penosa, siempre en comparación. Abbado ha llevado esta obra alrededor del mundo con la Gustav Mahler Jugendorchester, siempre con gran éxito, quien escribe tuvo oportunidad de escucharlos en vivo en un concierto y simplemente fue celestial, similar o mejor aún que la grabación en Chicago.
No puedo dejar de mencionar a Bernard Haitink, gran mahleriano y que cuenta al menos con tres grabaciones de la Séptima. Haitink también se mantiene en la línea objetiva, similar a Abbado. Sin embargo el holandés se permite cierta flexibilidad romántica que le da distinción especial a sus lecturas. Uno de sus mejores registros lo hizo en diciembre de 1985, con su aun entonces propia orquesta del Concertgebouw de Amsterdam, en el entonces llamado Kerstmatinee o «concierto de la mañana de Navidad» que se solía llevar a cabo tradicionalmente.
Haitink volvería a llevar la Séptima a disco y video de nuevo en 1992 con la Filarmónica de Berlín, y para ver verdaderamente a esta orquesta luciéndose en Mahler, hay que escucharla con Haitink, no con Abbado. El video con estos intérpretes es espectacular y absolutamente recomendable.
Para concluir, hay un director relativamente poco conocido, pero que recientemente ha finalizado uno de los ciclos mahlerianos más convincentes de toda la discografía, y que a similitud de Abbado se destaca en la Séptima. Se trata de Michael Gielen, director austro-alemán que durante el período 1986-99 encabezó la reconocida Orquesta de la Radio Baden-Baden del Suroeste de Alemania. La Séptima de Mahler no era ni de lejos desconocida para esta agrupación, puesto que le correspondió el honor de tocar bajo Hans Rosbaud y dejar una de las mencionadas grabaciones pioneras. Gielen en muchos aspectos se asemeja a la concepción de Abbado en Chicago, aunque su lectura se permite aún un poco más de intelectualidad y de astringencia schercheniana. La Orquesta de Baden-Baden toca formidablemente y resaltan nuevamente la perfección en el balance, en el detalle y en los más pequeños matices. Aún con un pequeño grado adicional de expansividad, Gielen logra los mismos resultados que su colega italiano en el primer movimiento, y tal vez no nos sorprenda que se muestre aún más detallista. De igual modo son comparables los movimientos centrales de la unidad sinfónica, siempre encontrando a Gielen discretamente más expansivo y analítico. El final en esta versión de lujo ofrece todo en sus justas proporciones, evitando caer tanto en la pompa de otras grabaciones, en el virtuosismo extremo de Abbado ó en el abandono exaltado de Bernstein, como en el frío sol de medianoche que ofrece Hermann Scherchen.
Existen grabaciones mucho más recientes. Edo De Waart hizo algo muy notable con la Séptima en su reputado ciclo. Existen unas pocas aparecidas en los últimos cinco años, pero que aun no conozco o no he tenido tiempo de digerir bien, tales como las de Gergiev, Zinman o Zdenek Macal. El ciclo de Gergiev en modo alguno me parece que aporte algo a la manera correcta de interpretar a Mahler, por lo que no me angustia dejar de escuchar su Séptima. De igual modo me ocurre con las muy sui generis lecturas de Zinman: su Séptima me pareció «una más»… Sospecho que Macal me dejará más satisfecho en lo que pueda abordarlo.
Ciertamente los comentaristas han dado mucho menos que Carlos en esta entrega sobre la «Cenicienta» del ciclo de Mahler. Y aun cuando los criterios de nuestro articulista a la hora de elegir no coinciden unánimente con los de quien esto escribe, me alegra que sea él uno de los que ha incluido entre sus esenciales una grabación de Claudio Abbado, uno de los mahlerianos más eminentes de todos los tiempos, quien con esta grabación sin dudas merecía tal mención.
ResponderEliminarBuen final para esta serie, Carlos.
Yo me bajo todas y cada una de las sinfonías de Mahler. Y agradezco mucho y desde ya hago llegar mi admiración por los escribas de este blog.
ResponderEliminarPero realmente, comentar algo desde mi más supina ignorancia sería una temeridad.
Sigan los que saben, que lo hacen muy bien!
Maestro Quintero, al leer que, referente a cuanto, "...Abbado ha llevado esta obra alrededor del mundo con la Gustav Mahler Jugendorchester, siempre con gran éxito, quien escribe tuvo oportunidad de escucharlos en vivo en un concierto y simplemente fue celestial, similar o mejor aún que la grabación en Chicago."
ResponderEliminarLe indico que una de esas ocasiones estan en grabacion de radiotransmision, aqui:
http://statework.blogspot.com/2008/12/mahler-seventh-that-recalls-its.html
para llevar. Es de las mejores, y hasta sobrepasa la grabacion de DG/Chicago en cuanto a 'enfoque desenfrenado', especialmente en los bailes Nachtmusik I, y ese Schattenhaft diabolico del Scherzo.
Diganme que les parece.
Guillermo
Hola Guillermo, precisamente es la grabación que aparece en tu magnífico Blog una a las que hago referencia cuando escribí sobre Abbado. El concierto al que yo asistí aca en Caracas fue durante la misma gira de Abbado con la GMJO y con el mismo programa, si mal no recuerdo una semana antes del que tu publicas. Ha sido una de mis mayores experiencias musicales en salas de concierto. Recomiendo escuchar la grabación que menciona nuestro amigo Guillermo.
ResponderEliminarCarlos.
Me sumo al comentario de Barullo.
ResponderEliminarSolo añadir que no solo complace la música al entendido, también la disfruta el profano.
Ya conocen mi opinión acerca de esta maravilla de articulos que están publicando, he estado muy atento y me han pareceido excepcionales las elecciones hechas. Gracias a ustedes me he llevado muy gratas sorpresas, reduescubriendo, redefiniendo al Mahler que conocía. Mi pregunta con respecto a esta delicada septima es: ¿Qué opinión tienen con respecto a la grabación de Klemperer con la Phillarmonia? Esto lo pregunto porque no la vi recomendada dentro de las mejores versiónes de todos los tiempos. Pero si la he visto recomendada aca en el blog. Acaso no está a la altura la lectura de este su «apóstol amoral» con respecto a las aquí recomendadas. Muchas felicidades por el blog.
ResponderEliminarHola, Paul: en mi panteón de Séptimas, la de Klemperer no falta.
ResponderEliminarSaludos.