Las sinfonías de Shostakovich de principio a fin. La integral de Bernard Haitink. Undécima sinfonía
A mi hermano Ignacio, por todo
La Sinfonía Nº 11 en Sol menor Op. 103, subtitulada «El año 1905» fue estrenada en Moscú el 30 de octubre de 1957 por la Orquesta Sinfónica de la URSS bajo la dirección de Natan Rakhlin.
Desde el estreno de su décima sinfonía en 1953 el trabajo compositivo de Dmitri Shostakovich fue muy escaso, reduciéndose a la banda sonora de unas pocas películas, un cuarteto de cuerda (el número 6), la Obertura Festiva Op. 96 y el segundo concierto para piano, compuesto para el examen de fin de carrera de su hijo Maxim. A principios de 1957, en una carta al joven músico Edison Denisov, el compositor declara: «Me preocupa mucho la gran cantidad de tiempo que llevo sin componer. En rigor, podría decirse que desde la Décima sinfonía, casi nada. Tengo el propósito de comenzar a escribir la Undécima sinfonía». El motivo en apariencia era celebrar los 40 años de la revolución rusa, pero, una vez más el lenguaje elíptico de Shostakovich se impone. Proyecta una obra que loa la revolución, pero no la bolchevique de 1917 sino la revuelta popular de 1905, la que fue aplastada cruelmente por los cosacos del zar. Con un estilo hiperrealista compone una metáfora que asimila el relato de los sucesos del domingo sangriento, donde la policía zarista dispara indiscriminadamente contra el pueblo ruso, con la aplastante entrada de los tanques soviéticos en Hungría.
La revolución húngara de 1956 (1956-os forradalom) se desarrolló del 23 de octubre al 10 de noviembre de dicho año. Fue un levantamiento nacional espontáneo contra el gobierno de la República Popular de Hungría y su política de continuidad estalinista. Una simple marcha estudiantil desembocó en un estallido popular que pretendía liberar Hungría del yugo impuesto por la URSS, solicitando la retirada de las cinco divisiones acorazadas que el Ejército Rojo mantenía acantonadas en suelo magiar. Las revueltas producen la defección de los mandatarios pro-soviéticos y la ascensión al poder del reformista Imre Nagy, el cual disolvió la policía política húngara (ÁVH) y proclamó su intención de retirar a Hungría del Pacto de Varsovia y convocar elecciones libres. A principios de noviembre, un gran contingente de tropas y tanques del Pacto de Varsovia marchan sobre Budapest. Los tanques entran en la ciudad disparando a las casas donde encuentran resistencia. La denominada «Operación Torbellino» acaba con toda resistencia en cuestión de días. Más de 2.500 húngaros pierden la vida en el desarrollo de las operaciones represivas, pero son muchos más los muertos a contar tras la brutal acción del ejército soviético. Miles de húngaros son procesados y miles condenados, algunos a la pena capital, como es caso del primer ministro Nagy, ejecutado junto a varios de sus colaboradores. Se calcula que más de 200.000 personas huyeron de Hungría. Desde el lado ruso el conflicto fue presentado como una intervención necesaria para restablecer el orden en un país que había perdido toda forma de control. Sin embargo, a muchos no les pasó por alto la desmedida represión ejercida por el Kremlin sobre el pueblo húngaro.
Aunque había realizado la orquestación en 1939 y 1940, Shostakovich, a causa de la guerra, no pudo poner en escena la versión por él orquestada de Boris Godunov hasta 1959. Una vez normalizada la vida tras el conflicto bélico y superado ya el acoso del régimen tras la muerte de Stalín, el compositor hace suyas las palabras de Mussorgsky: «Retratar el alma humana en toda su profundidad, ése es el más alto sentido del termino realista». Es decir, vinculándose al realismo de Mussorgsky despreciaba las consignas oficiales para producir obras dentro del realismo socialista. Por otro lado los sucesos relatados en la sinfonía eran muy bien conocidos por el compositor, y sucedieron el año anterior a su nacimiento. Creció, pues, en un entorno con la memoria fresca de la masacre y conoció los detalles que le permitieron llevar al pentagrama las imágenes de la revuelta y su represión con la precisión de una cámara cinematográfica. Magnífico compositor de bandas sonoras para el cine y música incidental para el teatro, no es de extrañar que Shostakovich eligiera usar el leguaje «mussorgskiano» para presentar un minucioso relato de los hechos ocurridos en San Petersburgo el 22 de enero de 1905 (9 de enero según el calendario juliano vigente en Rusia en ese momento), exhibiendo, mediante una presentación explícita de los hechos, una denuncia contra la barbarie del poder zarista, pero extensible a cualquier otra opresión. No obstante, su viuda, Irina Supinskaya declaró que el compositor afirmaba haber escrito la partitura con Hungría en la mente.
Llena de referencias a cantos revolucionarios fácilmente identificables por el pueblo ruso y escrita en cuatro movimientos para ser tocados sin pausa en un totum continuum de aproximadamente una hora de duración, la sinfonía presenta una espléndida instrumentación, unida a la maestría de Shostakovich para mezclar con naturalidad en unos mismos hilos melódicos las piezas revolucionarias junto a motivos propios y, de la misma forma, transitar desde pasajes narrativos explícitos a otros puramente abstractos. El primer movimiento (Adagio), «La plaza del Palacio», presenta el escenario del «Domingo Sangriento». Musicaliza el pálido sol de invierno reflejarse sobre la gélida nieve de la plaza en la mañana del domingo 9 de enero de 1905. Una estremecedora atmósfera en la que empiezan a sonar los ruidos de la ciudad, lejanos toques militares de la guardia del palacio, notas emitidas por las cuerdas en líneas de larga extensión, siniestros redobles de timbal, dotando a la imagen de un halo premonitorio, el de la calma que precede a la tempestad. El segundo movimiento (Allegro), «El 9 de enero», está dividido en dos claras secciones. La transmisión desde el primer movimiento describe la formación del gentío que de modo algo perturbado se va creando tras el Padre Gapon y ya se dirige al Palacio de Invierno para solicitar al padrecito Nicolás que tome medidas contra la corrupción y para aliviar la miseria del pueblo. Al son de cantos religiosos y patrióticos, la multitud desemboca en la plaza del Palacio con la intención de hacer llegar pacíficamente sus quejas al monarca. Las líneas melódicas que al principio del movimiento se nos presentaban dubitativas y desordenadas, ahora trasmiten resolución y fijeza en el ritmo. El Zar no se encuentra en palacio, los responsables, temerosos, ordenan la carga indiscriminada contra la muchedumbre. La segunda parte alcanza una tensión casi insoportable, las cuerdas lanzan frenéticos ritmos, que apoyados por una punzante percusión, constantes redobles de tambor y ráfagas de los metales a modo de consignas de trompetería nos relatan de forma impactante la violencia ciega de la carga policial, la cual, en pocos minutos, causa más de mil muertos y muchísimos heridos. De la misma forma, abruptamente, termina la carga y con un recuerdo al tema principal del primer movimiento, la coda final nos describe el terror helado de la plaza en paz y bañada en sangre.
En forma de Adagio se desarrolla el tercer movimiento, «In memoriam», marcha fúnebre en honor a los caídos en la represión. Las violas van desgranando el réquiem sobre la base de los violonchelos y contrabajos en pizzicato, marcado por un ritmo constante de lamento, el canto revolucionario Vy zhertvoyu pali (Caísteis, víctimas), el mismo que entonaron Lenin y sus camaradas en el exilio al conocer las noticias del «Domingo Sangriento» en 1905, es la base musical del movimiento. El cuarto movimiento (Allegro non troppo) «Nabat» (en inglés «Tocsin», o «campana de alarma») comienza con fuertes y repetitivos acordes de marcha que culminan en un violento clímax. La reacción del pueblo oprimido comienza con inusitado vigor, los asesinos serán castigados, llega la lucha final. Sobre dos temas revolucionarios, «Rabiad, tiranos» y «La Varsoviana» (Varshavyanka), se lanzan armonías lineales llenas de energía y la orquesta, como en anteriores obras, cambia la entonación a Sol mayor, alcanzando volúmenes ensordecedores; la rabia y la esperanza del pueblo se han puesto en marcha. Pero hay un momento de recuerdo para los héroes abatidos, un melancólico solo de corno inglés y reminiscencias de los dos primeros movimientos desembocan en una marcha que se apoya en sombríos golpes de tambor y tañidos de campana, pero no son sonidos de victoria sino un lamento por las vidas sacrificadas; un toque de rebato llamando a la revolución.
Diversos factores intervinieron para que Shostakovich fuera posponiendo en su día la composición de la sinfonía, que inicialmente estaba prevista para 1955, a fin de conmemorar el 50 aniversario del «Domingo Sangriento». Estos hechos fueron la muerte de la madre del compositor, la llegada de muchos amigos recién excarcelados del Gulag y sobre todo su turbulento segundo matrimonio con Margarita Kainova. Los sucesos de finales de 1956 en Hungría pueden haber sido el elemento catalizador que impulsara a Shostakovich a la composición de la obra. En occidente algunos críticos vieron la nueva sinfonía más como un poema programático de poca altura espiritual, es decir un panfleto triunfalista de gran formato. Sin embargo hubo quien captó la repulsa hacia la desmedida acción soviética en Hungría, ya que la obra recibió premios en varias ciudades del oeste de Europa, junto al premio Lenin de 1958.
Es, sin duda alguna, y así lo confirma el propio autor en sus memorias, su sinfonía más mussorgskiana, la más programática de todas. Para Shostakovich, Mussorgsky representa dos cosas que el autor quería reflejar en la partitura: el pueblo y la recurrencia. El pueblo que sufre la represión y para honrarlo compone una obra llena de referencias a canciones populares de la revolución, desde «¡Atento!» («Slushay!») y «El condenado» del primer movimiento hasta la Varsoviana del cuarto, nueve canciones son aludidas, además de citarse a sí mismo en el Op. 88 (Diez poemas de poetas revolucionarios). Todo un homenaje al sufrido pueblo soviético. Y la recurrencia, afianzar los pilares de la memoria, que el pueblo no vuelva, una vez más, a tener que protestar por el maltrato y la indiferencia de los diversos autócratas que se instalan en el poder dando la espalda al verdadero soberano: el pueblo.
«Aunque, por motivos obvios, la he titulado “El año 1905” la sinfonía trata de temas contemporáneos. Trata de las personas que dejan de tener fe cuando el vaso de la maldad se desborda». Qué duda cabe que la URSS de Kruschev no era ya la URSS de Stalin , pero no dejaba de ser un país donde las declaraciones tenían que ser indirectas y las afirmaciones, simbólicas. Bernard Haitink dirige la Royal Concertgebow Orchestra para ofrecernos una ceñida versión de la Undécima sinfonía «El año 1905» de Dmitri Shostakovich.
Vai em português mesmo, que não vou arriscar portunhol...Obrigado pelo belo e esclarecedor comentário. Já tinha ouvido falar nesta sinfonia, mas o "ranso" histórico, seu caráter de celebração dos acontecimentos revolucionários me desestimularam de ouví-la. Desconhecia esta associação na mente do compositor entre o "Domingo Sangrento" e a ignominiosa intervenção do Pacto de Varsóvia nos acontecimentos que passaram à história como "Primavera de Praga". Aproveito também para agradecer a disponibilização de algumas obras orquestrais de Florent Schmitt, um compositor que tanto mais me intrigava por ser tão respeitado pela crítica especializada quanto desconhecido do público em geral. Parabéns plo blog e abraços brasileiros.
ResponderEliminarEsta vez no pude esperar más y salté hasta aquí sin pararme en barras, y no me duelen prendas. JAJAJA
ResponderEliminarHasta ahora, de las Sinfonías del Gran Shosta, la Quinta, la Séptima y la Décima eran mis Sinfonías favoritas. Desde ahora esta Undécima sube al Olimpo de las elegidas gracias a los criterios que aquí se nos ha proporcionado. Me ha parecido como dar una vuelta de tuerca más, subir otro escalón, o un tremendo trabajo de síntesis entre la Séptima y la Décima.
Desde luego, después del ensayo del Gran Fernando esto se vuelve mucho más sencillo, el camino queda totalmente despejado e iluminado, y todo parece lógico y natural. En fin, que no hay nada como saber, y el que no sabe (o sea yo) es como el que no escucha. JAJAJA
«Retratar el alma humana en toda su profundidad, ése es el más alto sentido del termino realista». Es decir, poner de manifiesto de forma descarnada que “la condición humana es terrible”. ¡Oh pueblo, y cuántas barbaridades se cometen en tu nombre!
¡Qué lección de orquestación, una partitura preciosa!
Creo que otras dos versiones fabulosas son las de Mravinki con la Filarmónica de Leningrado y la de Kondrashin con la Filarmónica de Moscú, y sin llegar a estas alturas la de Cluytens con la Nacional de la Radiodifusión Francesa también es muy interesante.
Pedro Henrique, se te saluda muy cordialmente.
Fernando y Fernando, una vez más, muchas gracias por el regalo.
Salud, paz, sonrisas y cordiales saludos para todos.
Elgatosierra
Estimado compañero. PReciosa descripción y entrada. Les agradecería pasaran a visitar mi blog donde voy haciendo mis pinitos.
ResponderEliminarEsta es la entrd concreta para la undécima con Stokowski
http://juliosbv.blogspot.com/2010/02/shostakovich-sinfonia-n-11-leopold.html
Hola a todos:
ResponderEliminarAunque supongo que es cosa sabida, quisiera mencionar que un fragmento del Adagio inicial de esta Sinfonía fue usado en la serie divulgativa de Carl Sagan Cosmos para describir "el caos". La versión en concreto es de la Houston Symphony bajo la batuta de Leopold Stokowski.
Respecto de la obra, el momento más impresionante para mí es el momento en que Shostakovich da la voz cantante a la percusión, en el segundo movimiento. Tal como apunta Fernando, es muy fácil imaginarse a los manifestantes corriendo a refugiarse o cayendo muertos y a los cosacos disparando contra ellos, gracias al llamado hiperrealismo (gran deuda la de Shostakovich con Mussorgski). Son apenas 40 compases que, correctamente ejecutados, te hacen estremecer de miedo. Incluso leídos en la partitura, se puede percibir la ferocidad que desprenden.
Tampoco es una sorpresa que algunos críticos la despacharan calificándola de "pastiche fílmico" por su calidad aparentemente "inferior" a la de otras Sinfonías, como la Quinta, Séptima o la Décima. Pero es una Sinfonía que tiene su verdad. Y es una verdad incómoda para unos cuantos intelectuales, ciertamente. En Europa toda una intelectualidad fue "seducida" por el comunismo, porque se les dijo que eso era "el progreso". Y cuando se descubrió lo que había tras el Muro de Berlín, todos ellos han callado vergonzantemente, cuando no han negado las evidencias. Contra ésos también va dirigida esta Sinfonía. No son inocentes. No pueden decir que "no sabían".
¡Cosas de internet! He encontrado su blog por casualidad, ¡y me he enganchado sin remedip! Su erudición y la magnífica presentación de sus temas son apabullantes. Desde España, felicidades y muchísimas gracias. Su serie sobre Shostakovich (compositor al que adoro) es fantástica. Felicidades, otra vez.
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